Seguimos dándole vueltas a esos dos artículos que hacen referencia a la Farmacia de Atención Primaria y, por ende a su futuro. Buscamos líneas para su desarrollo, le damos vueltas a ese consejo de coordinación que recuerda mucho a las actuales comisiones… ¿qué hay realmente de nuevo?
y qué supone para el FAP asistencial y su futuro
Revisando literatura y estrujando ¡TODO! el material conocido y descubierto, nos atrevemos con este informe técnico, a ver si hay suerte y suena alguna campanilla mágica en el lugar adecuado.
Bibliografía incluida, por si alguien cree que sería bueno dar un repaso a este tema.
1. Rol del farmacéutico en equipos multidisciplinares de Atención Primaria
Organismos internacionales como la OMS fomentan la colaboración interprofesional en atención primaria, dado que mejora la eficiencia, la coste-efectividad y la satisfacción de los profesionales.
En este contexto, el farmacéutico clínico se ha consolidado como un miembro clave del equipo multidisciplinar, aportando su experiencia en el uso de medicamentos con un enfoque centrado en el paciente. Su papel complementa al del médico de familia y la enfermería, al enfocarse en garantizar la terapia más segura y efectiva para cada paciente.
Dentro del equipo de Atención Primaria, el farmacéutico asume nuevas responsabilidades clínicas. Sus funciones típicas incluyen la revisión integral de la medicación del paciente, entrevistas personalizadas para identificar problemas farmacoterapéuticos, y la emisión de recomendaciones al médico u otros profesionales para optimizar el tratamiento. Asimismo, participa en la educación sanitaria (por ejemplo, sobre el uso correcto de inhaladores o la adherencia a tratamientos), en el seguimiento de pacientes crónicos, y en la resolución de dudas sobre medicamentos tanto del equipo sanitario como de los propios pacientes.
El farmacéutico integrado en el centro de salud se convierte en el especialista en medicamentos del equipo. Esto implica colaborar estrechamente con médicos y enfermeros en la elaboración de planes terapéuticos, participar en reuniones clínicas y comités de farmacia y terapéutica locales, y contribuir a una atención más coordinada.
La Federación Internacional Farmacéutica (FIP) resalta que los farmacéuticos, por su formación, están bien posicionados para gestionar la medicación dentro de los equipos y promover sistemas seguros de uso de medicamentos. Para ello es fundamental que las organizaciones sanitarias reconozcan y apoyen esta figura profesional, con una formación reglada y específica, que permita su integración plen en la toma de decisiones clínicas.
En España, la figura del Farmacéutico de Atención Primaria (FAP), tradicionalmente enfocada en la gestión del uso racional de medicamentos a nivel poblacional (farmacovigilancia, protocolos farmacoterapéuticos, control del gasto). No obstante, su vertiente asistencial directa ha sido limitada: solo un 10% de los servicios de farmacia de AP realizan seguimiento directo de pacientes y apenas un 27% tenía acceso a la historia clínica electrónica, lo que dificulta prestar atención farmacéutica personalizada.
Este dato histórico evidencia la precariedad de la integración real y la necesidad de analizar la evolución hacia un modelo en el que el farmacéutico de primaria esté integrado físicamente y funcionalmente en el equipo multidisciplinar del centro de salud. La tendencia actual hacia el valor y la calidad al lado del paciente, no permite pensar en contar con profesionales trabajando en la zona base de sus capacidades, la situación crítica de falta de profesionales, tampoco.
2. Impacto de la revisión de la medicación, conciliación y optimización terapéutica
La revisión de la medicación es una herramienta central de la atención farmacéutica. Consiste en evaluar toda la farmacoterapia de un paciente para detectar y resolver Problemas Relacionados con Medicamentos (PRM): duplicidades, interacciones, dosis inadecuadas, falta de adherencia, necesidad de algún fármaco no prescrito, uso inadecuado (incomprensión, limitación física o económica), inercia de prescripción, árboles de prescripción no actualizados, efectos adversos y cascadas de prescipción, etc.
Numerosos estudios han demostrado que las revisiones realizadas por farmacéuticos en atención primaria mejoran la efectividad y seguridad de los tratamientos.
Otra intervención crítica es la conciliación de la medicación en las transiciones asistenciales, especialmente al ingreso y alta hospitalaria, en el paso por consultas externas, salas de urgencias o en el paso a cuidados sociosanitarios.

La conciliación consiste en comparar la lista de medicación que el paciente toma habitualmente con las nuevas prescripciones realizadas en la transición, corrigiendo discrepancias no intencionadas. Cuando esta conciliación la realiza un farmacéutico clínico, se logra prevenir errores de medicación que podrían comprometer la seguridad del paciente. En un estudio reciente, la conciliación liderada por farmacéuticos al alta hospitalaria redujo drásticamente los errores clínicamente importantes en el informe de alta (9,3% de pacientes con errores en el grupo con conciliación frente a 61,9% en el grupo control) Dicho de otro modo, la intervención del farmacéutico disminuyó en veinte veces la probabilidad de que el paciente se fuera a casa con errores de medicación. Aunque en este estudio es cierto que no se observaron diferencias significativas en reingresos a 30 días, la evidencia global indica que la conciliación de medicamentos es una práctica esencial para garantizar la continuidad asistencial sin eventos adversos. Es considerada un elemento fundamental para la seguridad del paciente tras el alta y está recomendada por nuestro Ministerio desde hace años (existiendo guías nacionales al respecto).
En atención primaria, implementar la conciliación de la medicación –por ejemplo, cuando un paciente dado de alta acude a su centro de salud– puede evitar omisiones o duplicidades de tratamiento y reducir consultas innecesarias o complicaciones derivadas de errores, pero para ello el farmacéutico necesita una consulta para entrevistar al paciente (directa o telefónica) acceso a la historia clínica, herramientas efectivas de comunicación con los profesionales implicados en el hospital y atención primaria.
La optimización terapéutica engloba intervenciones como la deprescripción (retirada gradual de medicamentos potencialmente inapropiados o de los que el paciente no obtiene beneficio) y la adecuación de tratamientos a guías clínicas y condiciones individuales.
El farmacéutico, tras la revisión de la historia clínica y la hoja de prescripción activa (la dispensable en farmacia) y , está en posición de identificar medicamentos con probabilidad de riesgo en pacientes concretos (por ejemplo benzodiacepinas de larga duración, duplicidades, medicación fuera de indicación, interacciones de riesgo, falta de efectividad o efectos adversos ), la posición privilegiada dentro del equipo del centro de salud, le permite iniciar la evaluación con el médico y enfermedad en los casos necesarios, para finalmente dar el informe al paciente para reducir, cambiar o añadir algún fármaco.
Deprescribir de forma protocolizada es segura y puede mejorar los resultados en salud: una revisión sistemática de ensayos aleatorizados encontró que las intervenciones de deprescripción logran reducir significativamente el número de medicamentos sin afectar negativamente a los pacientes.
Por otra parte, optimizar también implica añadir tratamientos necesarios que estén faltando (p.ej., iniciar cardioprotectores en un paciente coronario que no los tenía o el iSTLG2 en la ICC). Hay una falsa creencia de que el farmacéutico trabaja para deprescribir en pacientes ancianos polimedicados, sin embargo, la realidad, es que el mayor número de intervenciones y propuestas son intervenciones para mejorar la salud del paciente, identificando efectos adversos, interacciones con daño, errores de dosis asociados a las nuevas condiciones del paciente, problemas de adherencia o cascadas de prescripción en pacientes de cualquier edad y condición.
El impacto de estas optimizaciones se refleja en mejor control de enfermedades crónicas y menos eventos adversos. De hecho, las colaboraciones farmacéutico-médico en primaria han mostrado beneficios particularmente en patologías cardiovasculares: varios estudios reportan mejoras significativas en el control de la presión arterial y otros factores de riesgo cuando el farmacéutico participa en el manejo del paciente.
En resumen, revisar, conciliar y optimizar la medicación con la participación activa de farmacéuticos aporta evidentes ganancias en la calidad de la farmacoterapia. Estas actividades mejoran la seguridad (menos errores y reacciones adversas), la eficacia del tratamiento (mejor control de enfermedades, menos problemas no resueltos) y promueven un uso más apropiado de los recursos (evitando medicamentos innecesarios y optimizando los necesarios). Todo ello redunda en una atención más segura y centrada en el paciente, objetivo principal de la atención farmacéutica.
Eso sí, las actividades del farmacéutico deben llegar al paciente, a través del médico, la enfermera o la farmacia comunitaria, pero no deben quedarse en un informe o notificación del mismo. El pasar a la ejecución ha sido siempre esencial para el desarrollo de esta actividad, y no siempre lo hemos hecho bien.
3. Beneficios observados para pacientes, profesionales y gestores
La integración de servicios de atención farmacéutica en la atención primaria ha reportado beneficios tangibles en múltiples niveles:
- Para el paciente: Se observa una mejora de los resultados clínicos y de seguridad. Los pacientes manejados conjuntamente por médicos y farmacéuticos presentan con mayor frecuencia parámetros clínicos en rango (por ejemplo, mejor control de la hipertensión, diabetes y dislipemia) en comparación con la atención estándar.
También se ha documentado una reducción de eventos adversos relacionados con la medicación: menos reacciones adversas, menos errores en su tratamiento y posiblemente una reducción de visitas a urgencias por dichos motivos.
Por ejemplo, en Ontario (Canadá), la incorporación del farmacéutico al equipo se asoció a una disminución de visitas a servicios de urgencias y ahorros en costes sanitarios, al tiempo que aumentaba el uso apropiado de la atención primaria.
Además, la educación personalizada que brinda el farmacéutico empodera al paciente en el manejo de su enfermedad y mejora la adherencia terapéutica. Muchos pacientes refieren entender mejor sus tratamientos, usar correctamente dispositivos (inhaladores, insulina, etc.) y cumplir más con las pautas tras recibir seguimiento farmacéutico. Como consecuencia de todo ello, aumenta la satisfacción del paciente con la atención.
Encuestas realizadas en centros de salud muestran un alto grado de satisfacción de los usuarios con los servicios prestados por farmacéuticos en atención primaria, percibiendo que su salud está más controlada y sus dudas atendidas. En última instancia, el paciente se siente más seguro y respaldado por un equipo multidisciplinar donde cada profesional vela por distintos aspectos de su salud.
2. Para el equipo sanitario (profesionales): La presencia del farmacéutico clínico enriquece el equipo multidisciplinar y aporta una capa extra de seguridad en la atención. Para los médicos de familia, supone contar con un experto en medicamentos que puede resolver consultas complejas de farmacoterapia, manejar la polimedicación de pacientes crónicos complejos y encargarse de actividades como la conciliación en transiciones asistenciales.
Esto alivia la carga asistencial del médico de AP, permitiéndole dedicar más tiempo al diagnóstico y manejo de patologías, delegando en el farmacéutico tareas de seguimiento farmacoterapéutico y burocráticas relacionadas con la medicación. En el piloto iniciado en La Rioja, por ejemplo, se espera que la incorporación de farmacéuticos “contribuya a aliviar el peso de la tarea administrativa de prescripción de medicamentos”, reduciendo la burocracia para los médicos de familia. Estudios internacionales confirman que los médicos valoran positivamente este apoyo: en equipos que incorporaron farmacéuticos, se ha descrito mayor satisfacción del personal sanitario y menor sensación de sobrecarga, al mejorar la distribución del trabajo y la calidad de la atención brindada.
Asimismo, la comunicación entre profesionales mejora, creándose una cultura de trabajo en equipo donde se discuten conjuntamente los casos (lo que en sí mismo mejora las decisiones terapéuticas). La presencia del farmacéutico también beneficia a la enfermería, ya que colabora en educación al paciente (por ejemplo, refuerzo en técnicas de administración de medicamentos) y en actividades comunitarias de promoción de la salud, y puede encargarse de validar interacciones o incompatibilidades en tratamientos que la enfermera gestiona (p.ej., en pacientes crónicos complejos o domiciliarios). En suma, el modelo colaborativo reduce la fragmentación de la atención: todos los profesionales están alineados y coordinados respecto a la medicación del paciente. Esto redunda en mejor clima laboral y eficiencia en la práctica clínica diaria.
3. Para los gestores y el sistema de salud: La evidencia disponible sugiere que la integración de farmacéuticos en AP es una inversión que retorna beneficios en salud y económicos.
Por un lado, se logra una mejora de indicadores de calidad asistencial: menos eventos adversos prevenibles, mayor adherencia a guías farmacoterapéuticas, y mayor proporción de pacientes con objetivos clínicos alcanzados. Por otro lado, se generan ahorros y optimización de costes.
La intervención del farmacéutico tiende a racionalizar la prescripción, eliminando fármacos innecesarios o duplicados y promoviendo alternativas costo-efectivas (p. ej., uso de genéricos o suspensión de medicamentos de bajo valor terapéutico). En el Reino Unido, la adopción generalizada de farmacéuticos en las consultas de atención primaria se asoció a reducciones en el coste de prescripción por paciente, incluyendo disminución en el número total de recetas emitidas (especialmente de antibióticos, opioides y benzodiacepinas) gracias a la optimización farmacoterapéutica.
En La Rioja, uno de los objetivos explícitos del piloto con farmacéuticas de primaria es la “optimización del gasto farmacéutico” regional, al asegurar un uso más eficiente de los medicamentos. Adicionalmente, al prevenir problemas de medicación que podrían derivar en complicaciones, se pueden evitar costes derivados de ingresos hospitalarios o urgencias.
Un estudio canadiense estimó que por cada paciente atendido por un farmacéutico de atención primaria, el sistema ahorraría aproximadamente $1079 al evitar eventos adversos y optimizar tratamientos, e incluso los ingresos adicionales generados (por incentivos o mejoras en capitación) superarían en 38% el coste de contratar al farmacéutico.
No menos importante, la calidad de la prescripción mejora notablemente, algo que es prioritario para gestores en términos de seguridad del paciente. Por ejemplo, en entornos con farmacéutico, se incrementa la adherencia a protocolos de uso seguro de medicamentos (anticoagulantes, insulinoterapia, etc.) y se refuerzan programas como el uso adecuado de antibióticos (PEA/PROA), lo cual tiene impacto poblacional.
Adicionalmente, incorporar farmacéuticos al primer nivel asistencial se alinea con las políticas de fortalecimiento de la Atención Primaria, dotándola de más recursos humanos especializados. Esto puede contribuir indirectamente a descongestionar otros niveles (especializada, urgencias) al resolver más problemas en el ámbito comunitario. En definitiva, para los directivos de salud, el modelo aporta mejoras en los indicadores de calidad asistencial, optimización del gasto y cumplimiento de objetivos estratégicos (seguridad del paciente, uso racional del medicamento), justificando su implementación.
4. Análisis de experiencias reales documentadas
Experiencias internacionales: Diversos países llevan años desarrollando con éxito la integración de farmacéuticos en Atención Primaria.
En Reino Unido, el Servicio Nacional de Salud (NHS) lanzó en 2015 un programa piloto de “Clinical Pharmacists in General Practice” que, tras demostrar resultados positivos, se ha escalado a todo el país. Para 2023, Inglaterra contaba con más de 6000 farmacéuticos clínicos trabajando en consultas de Medicina General y redes de Atención Primaria, además de unos 2500 técnicos de farmacia en apoyo.
Estos profesionales realizan consultas farmacoterapéuticas a pacientes (incluyendo prescripción autónoma en el caso de farmacéuticos con credencial de prescripción), llevan a cabo revisiones estructuradas de medicación a crónicos y colaboran en el seguimiento de enfermedades como diabetes, asma, EPOC o insuficiencia cardíaca. Las evaluaciones muestran mejoras en la calidad de la prescripción y altos niveles de satisfacción, tanto de médicos como de pacientes, con este modelo. Es notable que el NHS ha apostado por esta figura para afrontar la escasez de médicos de familia y la creciente carga asistencial, financiando su incorporación a través de esquemas nacionales.
También en Canadá y Estados Unidos se observa un movimiento creciente para integrar farmacéuticos en equipos de atención primaria. En la provincia de Ontario (Canadá), casi 200 farmacéuticos trabajan desde hace años en clínicas interdisciplinares (Family Health Teams), financiados públicamente.
Un análisis de esa experiencia documentó la evolución del rol del farmacéutico: inicialmente centrados en revisión de medicación y educación, y posteriormente ampliando campo hacia gestión de patologías (ej. titulación de dosis en hipertensión, seguimiento de diabéticos) y proyectos de salud pública.
Los resultados en Ontario son coincidentes con la evidencia global, mostrando mejoras en resultados clínicos y disminución de visitas a urgencias sin incrementar costes netos.

Australia también cuenta con programas de farmacéuticos integrados en centros de salud comunitarios, y diversos países europeos (Francia, Alemania, Portugal) están desarrollando proyectos piloto inspirados en estos modelos anglosajones.
5. Pros y contras del modelo según la literatura
A la luz de la evidencia recopilada, podemos resumir las ventajas (pros) y desafíos (contras) del modelo de atención farmacéutica integrada en Atención Primaria:
Ventajas del modelo:
- Mejoras en la seguridad del paciente: reduciendo errores de medicación, interacciones no detectadas y eventos adversos prevenibles. La intervención del farmacéutico (revisión + conciliación) disminuye drásticamente los errores de tratamiento, aumentando la seguridad en cada transición asistencial y en el seguimiento crónico.
- Mayor calidad en los resultados clínicos: múltiples estudios reportan mejor control de factores de riesgo y enfermedades crónicas cuando el farmacéutico forma parte del equipo (p. ej., mejor control tensional, lipídico y glucémico). También se consigue optimizar la terapia (medicamentos más apropiados para cada condición) y aumentar la adherencia, lo que redunda en mejores desenlaces para el paciente.
- Atención más centrada en el paciente y personalizada: el farmacéutico dedica tiempo a escuchar al paciente, educarle y revisar integralmente su tratamiento, algo que complementa la labor médica. Esto mejora la experiencia del paciente, quien se siente más atendido y comprendido. Se han documentado altos niveles de satisfacción de pacientes con los servicios farmacéuticos en AP, así como mayor confianza en el equipo de salud gracias a esta figura accesible.
- Reducción de eventos agudos y uso de urgencias/hospitalizaciones: si bien algunos resultados son mixtos, en general las intervenciones farmacéuticas han mostrado tendencia a disminuir ingresos hospitalarios evitables y visitas a urgencias relacionadas con medicamentos. Por ejemplo, seguimientos exhaustivos post-alta y revisiones en pacientes frágiles pueden prevenir descompensaciones. Esto mejora la continuidad asistencial y descarga los niveles especializados.
- Optimización del uso de medicamentos y del gasto farmacéutico: al suprimir tratamientos innecesarios, duplicados o de escaso valor, y promover alternativas costo-efectivas, se logra un ahorro significativo para el sistema. También se evita el desperdicio de medicamentos (mejor adherencia, menos abandonos de tratamientos). En suma, se mejora la eficiencia del sistema sanitario.
- Alivio de la carga asistencial de médicos y mejora del trabajo en equipo: al incorporar un farmacéutico, muchas tareas relacionadas con medicamentos (educación, ajustes, monitorización de eficacia/seguridad) son asumidas por éste, liberando tiempo de los médicos de AP para otras actividades clínicas. Esto contribuye a reducir la sobrecarga y burnout de los facultativos. La toma de decisiones compartida y el apoyo mutuo entre profesionales aumentan la satisfacción laboral y la cohesión del equipo.
- Mayor coordinación asistencial (menos fragmentación): el farmacéutico actúa de puente entre niveles asistenciales (primaria-especializada-comunitaria). Por ejemplo, garantiza que la información sobre medicamentos se transmita adecuadamente en un alta hospitalaria, o que las recomendaciones de especializada se implementen con seguimiento en AP. Esto mejora la continuidad de cuidados y evita omisiones o duplicidades de tratamientos. También puede asumir la comunicación con farmacias comunitarias para alinear tratamientos, fortaleciendo la red asistencial.
- Contribución a objetivos de salud pública y calidad: farmacéuticos en AP han liderado programas de uso prudente de antibióticos, campañas de adherencia, detección de interacciones graves, etc. Su implicación puede impulsar la seguridad del paciente a nivel institucional, desarrollando políticas y cultura de seguridad (notificación de errores, análisis de causas).
- En definitiva, aportan valor añadido al cumplimiento de objetivos del sistema sanitario (por ejemplo, indicadores de polimedicación adecuada, pacientes con revisión de medicación al menos anual, etc.).
Desafíos y posibles inconvenientes del modelo:
- Coste inicial e inversión necesaria: La contratación de farmacéuticos adicionales en Atención Primaria supone un coste directo en recursos humanos que debe ser financiado. Si bien la evidencia sugiere que se compensan con ahorros,a corto plazo los gestores deben asignar presupuesto para estos puestos. Puede haber reticencias donde los recursos son limitados o si el retorno de la inversión no es inmediatamente visible. Es crucial disponer de estudios farmacoeconómicos en nuestro medio que avalen la sostenibilidad, así como financiar proyectos piloto (como se está haciendo con fondos estatales en La Rioja) para generar datos locales.
- Resistencia al cambio y barreras culturales: La implementación del farmacéutico en equipos donde antes no existía puede encontrar resistencia de algunos profesionales. Históricamente ha habido compartimentos estancos entre la farmacia comunitaria (privada) y la primaria (pública), generando recelos y competencia en lugar de colaboración. También algunos médicos podrían percibir inicialmente al farmacéutico como una intromisión en su terreno prescriptor o dudar de su capacitación clínica. Superar este “contexto histórico conflictivo” requiere esfuerzos de cambio cultural, aclaración de roles y mostrar con hechos que el trabajo conjunto mejora la atención. La literatura destaca la importancia de políticas apropiadas y alineación de incentivos para vencer estas barreras.
- Definición de roles y responsabilidades: Es imprescindible delimitar claramente qué funciones tendrá el farmacéutico integrado para evitar solapamientos o confusiones con otros profesionales. Si no se establecen protocolos de actuación y circuitos de comunicación (por ejemplo, cómo derivan los médicos pacientes al farmacéutico, qué tipo de intervenciones puede realizar autónomamente, cómo documenta en la historia clínica, etc.), existe riesgo de duplicación de esfuerzos o lagunas. La falta de coordinación efectiva fue identificada como barrera en algunas experiencias piloto. Por ello, se deben protocolizar las actividades dentro del equipo multidisciplinar.
- Necesidad de formación específica: Para ejercer en entornos clínicos de AP, muchos farmacéuticos pueden requerir formación adicional en habilidades clínicas, comunicacionales y trabajo en equipo. La formación universitaria del farmacéutico tradicionalmente se enfocó más a ciencia del medicamento que a la práctica clínica, aunque esto está cambiando con la Atención Farmacéutica. El entrenamiento en el ambiente propio de la atención primaria es esencial para la integración en el equipo y trabajar en el rango más alto de sus capacidades, en un futuro a corto-medio plazo en el que la atención sanitaria dependerá en gran medida de la red de atención extrahospitalaria, con una medicación más compleja y de prescripción desde múltiples especialidades, este profesional es una apuesta de futuro, la primaria nunca debe ser sinónimo de precario frente a la formación hospitalaria. La evidencia internacional señala que hace falta entrenamiento formal, por ejemplo en el manejo de ciertas patologías o en tecnología sanitaria digital, para desempeñar todo el potencial del rol. Si no se invierte en capacitación, existe el riesgo de que el farmacéutico no esté plenamente preparado para las funciones avanzadas (p. ej., manejo de pacientes con problemas de salud mental, como indicaba un estudio que recomendaba más formación en ese ámbito. Asimismo, los farmacéuticos deben formarse en habilidades interprofesionales para integrarse bien en el equipo.
- Integración tecnológica y acceso a la información: Un obstáculo práctico puede ser el acceso del farmacéutico a los sistemas de información clínica (historia electrónica, módulos de prescripción, etc.). Si no se le proporcionan credenciales y permisos adecuados, su labor se verá muy limitada. Como vimos, en el pasado solo 1 de cada 4 farmacéuticos de primaria tenía acceso pleno a la historia clínica del paciente, lo cual dificulta realizar seguimiento o recomendaciones fundamentadas. Es vital resolver aspectos de interoperabilidad y dotar al farmacéutico de herramientas digitales integradas en AP (acceso a HC, receta electrónica, alertas clínicas, etc.). La falta de integración tecnológica no solo entorpece el trabajo, sino que puede generar brechas de comunicación y errores.
- Carga de trabajo y prioridades asistenciales: Para que el farmacéutico se dedique a actividades clínicas con impacto, es necesario redefinir sus tareas tradicionales. Un riesgo identificado en otros estudios es que, si el farmacéutico continúa sobrecargado con labores administrativas o logísticas (gestión de stock, dispensación, etc.), no disponga de tiempo suficiente para la atención clínica al paciente. Es decir, el éxito del modelo requiere que se le libere (o no se le asigne) un volumen excesivo de tareas secundarias, permitiendo focalizarse en la revisión de tratamientos y consultas clínicas. De lo contrario, su aportación se diluiría. La planificación de la plantilla y la delegación de tareas no clínicas al personal técnico de farmacia son importantes para mantener la fidelidad de la implementación.
- Evaluación y evidencia local insuficiente en algunos aspectos: Si bien a nivel internacional la evidencia es favorable, faltan aún estudios en España que midan ciertos resultados a largo plazo (p. ej., impacto en reducción de mortalidad o calidad de vida en diferentes patologías, o comparativas de eficiencia en distintos modelos). La literatura señala que persisten áreas donde los resultados son mixtos o no concluyentes, como el impacto en control glucémico en algunos programas o en calidad de vida de pacientes mayores. Esto sugiere que hay que seguir investigando y afinando las intervenciones. Para los gestores, la falta de datos nacionales puede ser vista como una contra –aunque se esté subsanando con pilotos actuales–. Es crucial, por tanto, acompañar la implementación de sistemas robustos de medición de indicadores para demostrar los beneficios (ver sección de KPIs). La literatura destaca la necesidad de desarrollar indicadores de proceso y resultados en este campo, ya que actualmente la evidencia sobre su efecto en la mejora de la calidad es limitada si no se miden adecuadamente.
- Implicaciones legales y regulatorias: En España, el farmacéutico de primaria no tiene estatus de prescriptor independiente (a diferencia de UK o Canadá donde pueden modificar o iniciar medicación dentro de protocolos). Esto puede limitar algunas intervenciones –aunque en la práctica se supla haciendo recomendaciones al médico–. Sería deseable actualizar normativas para permitir una actuación más ágil (por ejemplo, ajustar dosis de ciertos medicamentos según protocolo acordado). Adicionalmente, es necesario definir aspectos de responsabilidad profesional, confidencialidad en el acceso a datos y evitar potenciales conflictos de intereses (especialmente si se coordinan con farmacias comunitarias privadas, debe primar siempre el interés clínico del paciente). Ninguno de estos temas es insalvable, pero requieren atención para formalizar adecuadamente el rol dentro del marco legal español.
En síntesis, los “pros” del modelo –en términos de calidad asistencial y eficiencia– claramente superan a los “contras”, pero estos últimos deben ser gestionados con planificación y apoyo institucional. La literatura y las experiencias existentes brindan valiosas lecciones para maximizar los beneficios y minimizar las dificultades al implementar este cambio organizativo.
Queda mucho por andar si esa nueva Ley del Medicamento y Productos Sanitarios abre un poco las puertas de esos dos artículos, que a nuestros ojos, no supone ningún avance
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